sábado, 7 de noviembre de 2009

ALAKRANA...

Si, como dice el patrón del "Alakrana", el final del secuestro ya no depende del rescate, que estaría acordado, sino de la repatriación a Somalia de "Abdu Willy" y su enigmático compañero, el Gobierno, y sólo el Gobierno, tiene un grave problema. Si, como dicen los familiares de los pescadores, Moncloa les está mintiendo y está mintiendo a todo el país, el Gobierno, y sólo el Gobierno, tiene una urgente explicación que dar. Pero si, como apuntan todos los indicios, el Gobierno no sabe por dónde le da el aire ni cómo resolver este caso, entonces quienes tienen el problema son los españoles. El "Alakrana" empieza a soltar chapapote sobre Zapatero.

Es comprensible que el Ejecutivo oculte aquella información de carácter reservado o sensible, que de revelar pondría en peligro no sólo la operación, sino también a personas. La impresión de las familias de los pescadores, sin embargo, no es que se esté actuando con prudencia, sino que les están mintiendo. Al parecer, sería mentira que aún se siga negociando con los piratas, los cuales no dudan en recurrir a gestos de fuerza para subir la puja, como sostuvo ayer el Ministerio de Defensa. En realidad, dicen los pescadores y sus familias, el rescate ya está cerrado y todo depende de que el Gobierno desanude la madeja judicial que él mismo lió con el concurso inapreciable del juez Garzón.

Es en este punto, en la apresurada decisión de poner a disposición judicial a los dos piratas detenidos, donde se descubre la improvisación e insolvencia del Gobierno desde el primer minuto del secuestro. Existen fórmulas perfectamente legales, como trasladar los detenidos a Kenia en virtud de un acuerdo jurídico ya existente, pero mucho más pragmáticas que habrían ahorrado todos los sinsabores, desde la angustia que ahora padecen pescadores y familiares hasta el bochornoso espectáculo montado en torno a la edad de "Abdu Willy".

Es de esperar que los jefes corsarios no ejecuten sus sangrientas amenazas, pues es dinero y sólo dinero lo que persiguen con sus fechorías. Lo que ya no tiene remedio es la pérdida de credibilidad de España para resolver situaciones extremas y no digamos en qué posición se está dejando a la Armada española, obligada a asistir como espectadora de lujo a la función, mientras unos bucaneros mal pertrechados se permiten la audacia de disparar lanzagranadas a poca distancia. Lamentablemente, también en este caso el Gobierno ha actuado con su sello de identidad: improvisando y de manera errática

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